Continuamente escuchamos a desconocidos hablar sobre el miedo, los objetivos y la autorrealización. Parece que nos tenemos que tomar la vida como una carrera de obstáculos y alcanzar una meta para proponerse la siguiente. La verdad, nunca me han gustado los que van de coach por la vida, esos que se hacen llamar motivadores. Y no me gustan porque nadie debería ser influido por otra persona sobre una motivación o una meta. Creo que esto es un trabajo interno que cada uno debemos de realizar. Es más, si esto no sale de uno mismo la propuesta que te hagas nunca tendrá éxito.
Os voy a contar algo, y no es una historia de motivación, es solo una experiencia real. Yo tengo (tenía) aracnofobia. Y no hablo de que me daban asco las arañas, como le pasa a la mayoría de personas, hablo de un pánico que rozaba la enfermedad. Bueno, realmente es una enfermedad. No podía verlas ni en fotografía. Huía cuando notaba la presencia de alguna cerca y por las noches continuamente tenía pesadillas con ellas. Y esto había sido así desde siempre, desde que tengo uso de razón, sin ningún motivo aparente.
Este verano, en un viaje a un país tropical, tuve una experiencia aterradora (desde mis ojos), cuando una tarántula enorme (de las que no se acostumbran a ver por aquí) intentaba entrar en mi habitación huyendo de una tormenta. Os podéis imaginar. Si para mucha gente esto sería ya de por sí traumático, a mí me supuso un ataque de ansiedad en el que creía que me iba a morir de un infarto. Solo quería escapar de allí, escapar de un lugar paradisiaco. Por un insecto, fíjate tú que gilipollez, ¿no?
Entonces decidí que no podía seguir así. Que tenía que buscar remedio a un pánico que era totalmente irracional. Porque eso es una fobia, un miedo irracional.
Por no aburriros, he estado en tratamiento con una psicóloga, Estefanía, que durante meses me ha ayudado a trabajar y sobre todo a entender este miedo. Básicamente ha consistido en exponerme continuamente al problema, sin evitarlo. Esto lógicamente es jodido, y lo más fácil habría sido mirar para otro sitio y seguir con mi vida. Hablo de estar día a día en contacto con tu mayor miedo, en mi caso mediante fotos, vídeos, etc.
Y llegó el día crucial. Un momento que para el que no tenga una fobia de este tipo le sonará a un trámite más, sin importancia. Algo que incluso puede sonar cómico, pero a mí me ha cambiado la vida. Me enfrenté a una tarántula real, una araña del tamaño de la palma de mi mano, traída desde Chile. Y la toqué. Es más, estuve jugueteando con ella, viendo como caminaba entre mis manos. Y es que, al fin y al cabo, es un simple insecto, ¿no?
Las sensaciones fueron brutales. Un miedo acumulado durante casi 40 años, vencido. Me sentía como si viviera aquella experiencia en tercera persona. Yo no podía ser ese; literalmente no me estaba creyendo lo que estaba sucediendo. Era como si a mi cerebro le hubieran apagado un “clic” que había estado encendido todos estos años. Un “clic” de alerta.
Enfrentarse a los miedos, a los más profundos, es sin duda el mayor desafío de una persona. La mayoría deciden huir y esa huída solo consigue magnificar el problema. Al final se acaba convirtiendo en un gigante casi invencible. Ese problema que posiblemente no sea tan terrible como parece.
Espero que no pienses que esto ha sido uno de esos rollos motivacionales que tan poco me gustan, como os he comentado al principio. Es una invitación a la acción. Porque seguro que estás acojonad@ por algo y piensas que no pasa nada. Pero sí pasa. Yo tuve que huir del paraíso, pero finalmente he conseguido tocar la araña, ¿y tú? Tal vez también tengas tu propio paraíso que no estás pudiendo disfrutar por ese temor. Así que adelante, comienza a disfrutarlo ya, no esperes tantos años como yo. Toca la araña.